Los de siempre suenan a lo de siempre
oímos lo que queremos oír,
vemos lo que queremos ver.
Así que cuéntame, por ejemplo, que tenía los ojos del color de un domingo sin lunes, que sabía a café (de los que tomas para espabilarte y no por gusto) y que su puto tobogán de opiniones al principio te flipaba pero acabó dándote dolor de cabeza.
Cuando acabes el cuento,
arrópame,
que hace 3 primaveras y media que tengo frío. Y si es mucho pedir, déjame un paracetamol con un vaso de agua encima de la mesita de noche.
Las buenas noches con el beso en la frente...
...te sobran,
me sobran.