Aquella tarde, mientras me contaban todo aquello que antes no habían tenido el valor de contarme, sus risas eran oscuras. Tan oscuras como el día que perdimos el mapa de regreso a casa. A lo mejor por eso a veces no sentimos tan perdidas, y nos faltaban fuerzas para seguir adelante. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que a veces las palabras sobran, y descubrimos el valor que puede llegar a cobrar un abrazo en el momento adecuado.
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