miércoles, 17 de octubre de 2012

Recuerdos de la infancia

Hoy le escribo a la niña que fui un día y dejé de ser sin darme cuenta. Le escribo a la pequeña de grandes ojos risueños, la que estaba llena de esperanzas... La que se enamoraba todos los días y bajaba la ventanilla del coche para sentir la brisa galopar en su rostro. Le escribo a esa pequeña que estaba todo el día soñando y cantando, dibujando y creando, amando y siendo amada. Te escribo a ti, que te hacías millones de preguntas y no tenías miedo de buscar las respuestas... ¿Por qué la gente se muere de hambre, papá? ¿Por qué lloras, mamá? ¿Por que reñís constantemente, abuela?
Te escribo a ti pequeña, sé que estas dormida en algún rincón de mi ser, entre ositos de peluche y cuentos de hadas. La razón por la cual hago esto es porque necesito que te enteres, que la vida es más dura de lo que ambas creíamos, que el amor duele más que cualquier herida física, que hay personas malas... muy malas, y alguna de éstas pueden esconderse tras la palabra "amigo".
  Es justo que sepas que encontrar a nuestro "príncipe azul" es un tormento, pero tenerlo al lado es aún más difícil. Debes saber que la vida se lleva a todos a su paso: a papá, a mamá, a la abuela... Ahora todo es complicado, pequeña: la cama ya no es para dormir, y si duermo ya no es para soñar...

  Aún así, a pesar de que el mundo es oscuro y difícil, necesito que sepas... Que crecer vale la pena, que besar y enamorarse no tiene posible comparación, que caer y luego levantarse es un arte que se aprende con el tiempo, que las heridas dejan cicatrices que nos enseñaran a sonreír.... Y sobre todo, necesito que sepas que lo más bello de la madurez son los recuerdos de la infancia.

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