domingo, 6 de abril de 2014

Hoy hacía un día espléndido. Un día espléndido para dejarse querer. Hacía, porque detrás de este aluvión de lágrimas ningún día puede ser espléndido.
Hace algún tiempo que me levanto sin ganas ni de mirarme al espejo.Con lo coqueta que fui yo siempre... Hace algún tiempo que estoy tan triste que nadie me alegra, que la pena es tanta que nada me consuela, que ya solo dibujo esbozos de sonrisas.
Pedirme una sonrisa en esta situación es demasiado, y ellas lo saben. Ellas, que conviven conmigo día a día, y recogen lo poco que va quedando de mi mientras yo caigo en picado. Y caigo, y caigo, y caigo... y nadie viene a salvarme. O al menos no ellos, que son los que deberían. No traigas al mundo a nadie para ésto. Creo que nadie se merece tanto sufrimiento en tan poco tiempo de vida. A veces se me hace como si tuviera 80 años, y ya estoy cansada de vivir. Ya se me agotaron las fuerzas, las ganas y todo lo demás.

Por eso, ahora que mi mundo entero se desmorona poco a poco sin que yo pueda hacer nada (porque ya lo intenté todo), me gustaría alguien que viniera y me dijera:
"Cuando tu mundo se desmorone, ven al mío".
 Y frívolamente, busco candidatos para esa frase, porque me siento tan sola... Porque me faltan tantos abrazos y cariño, que ya me da un poco igual de quien vengan. Es como si un agujero negro creciera progresivamente dentro de mi y amenazara con comerme. Tragarme entera. Y lo peor, es que a veces, hasta lo deseo. Acostarme y no levantarme más. Dejar de sufrir ya.
Llegó mi límite.
Bravo, lo conseguisteis.

Acabasteis conmigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario