Cambió cuando todo se volvió nombrado entre pronombres posesivos. Nunca te dije que fuera malo, el problema era que hablabas en singular. Mi vida, mi niña, mi, mi, mía.Con lo bonito que podría haber sido pluralizar hasta el cielo (nuestro cielo).
Multiplicar las veces que nos queríamos en invierno e intentar quemar las horas, olvidar el tiempo. Repetir las doce de la noche para que sonara y otra vez las campanas, y siempre fuera la princesa. Las madrugadas con vértigo en las pestañas... Éramos tanto en tan poquita cosa. Centésimas en millones de corazones, y sin embargo, fuimos leyenda.
Pudimos haberlo tenido todo y ya ni nos tenemos.
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