martes, 4 de diciembre de 2012

Otra. Está con otra. Ya está, se acabó. 

Si había alguna posibilidad de remota de que él quisiera volver a intentarlo, y yo, por improbable que parezca, me hubiera tragado casi milagrosamente mi orgullo y hubiera aceptado... Si había una posibilidad entre mil de que eso sucediera, se ha esfumado. Y aunque me duele en lo más profundo, a la vez la noticia ha traído consigo una especie de...cómo llamarlo...¿paz interior? 

En definitiva, la puerta seguía entornada, nunca llegué a cerrarla, y por esa rendija entraba frío... Pero eso se acabó. La puerta definitivamente se cerró, y eso, por lo pronto, me reportaba tranquilidad. Espero que sea así siempre. Necesito cerrar esa puerta verde con llave y no volver a abrirla nunca más. Es cierto que quedaron cosas sin decir, sin hacer, sin recordar... Es cierto que me faltó una explicación, y me faltara siempre; pero lo que es aún más cierto es que si no ha llegado en todo este tiempo, ya no llegara. Así que cerraré la puerta, y esperaré con paciencia el día en que pueda abrirla, cuando el viento se haya llevado hasta el último rastro de ti. Para entonces ya habrá pasado el invierno.
 Habrá llegado la primavera, y con ella mil y un nuevos senderos esperando a ser recorridos, redescubiertos, redirigidos... Y entre ellos yo encontraré el mío.

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